Desde el rincón /
Cabildo abierto. Revista de análisis político. Puno, Perú. N° 17, setiembre 2006. Pág. 18.


Los colores de la deshumanización (*)

          Con frecuencia salgo de la ciudad rumbo al norte de Puno. Un buen día me percaté de que algún programa de ayuda social había entregado a los pobladores de Alto Puno, el resultado de su apoyo: letrinas. Para hacerlo al estilo de las gallinas cuando ponen huevo, las pintaron de un azul eléctrico impresionante, para que todo el mundo lo supiera. Me pareció increíble pero posible y me aguanté la rabia.

          Hace pocos días fui a Desaguadero, al sur de Puno, y desde la carretera observé que alguna otra institución o programa social probablemente, había entregado a la población, otro conjunto de letrinas. Digo alguna otra, porque esta vez las letrinas eran de un verde muy claro, casi encendido. Mi rabia se transformó en indignación, y más tarde, en repulsión cuando averiguando, me enteré que en otros lugares, las hay pintadas de amarillo encendido.

          Lo primero que hice fue liberarme del problema pensando que éste era de quienes aceptaban que se les denigrara de esa forma. Luego, pensé que era la "población beneficiaria" la que aceptaba que se le tratara así, tal vez por criterios diferentes a los míos. En ese sentido, me pongo a pensar que los que dirigen y ejecutan este tipo de programas sociales pertenecen al campo de la "oficialidad del sistema", es decir, son organismos del Estado o financiados por la cooperación internacional. Me di cuenta que mi rabia e indignación no tenían que quedar en un asunto personal y debía hacer pública la reflexión que me merece el hecho. Por ello, este artículo.

          Un dicho popular que ayuda en nuestra formación es "no hagas a otro lo que no quisieras que hagan contigo". La utilización del cuarto de baño, en la sociedad urbana, está ligada a lo más privado e íntimo del yo, de nuestra individualidad; de allí que es un ambiente ubicado en el interior de la casa, a no ser que se trate de un servicio público. Alguna vez escuché que la gente en el campo consideraba insalubre un cuarto de baño dentro de la casa y por eso lo querían lejos de la casa habitación. Pero, ¿por qué tendrían que anunciar que van al cuarto de baño? ¿Nosotros, los urbanos, en nuestras casas, lo hacemos? Sólo así se entendería el hecho que tengamos que pintar de colores fosforescentes el cuarto de baño. En todo caso cabría preguntarse por qué nosotros necesitamos privacidad para hacer nuestras necesidades biológicas y la gente del campo (léase: "los pobres" que necesitan de programas sociales) no.

          Pensando más perversamente, por sólo decirlo, o dentro de la mentalidad colonial, porque de otra forma sería demasiado ingenuo, diría que hubo un criterio de "marketing", publicidad, o propaganda (como el de la gallina) al pintar las letrinas de colores tan llamativos. También podría ser que fue un criterio de los ejecutores, para facilitar las tareas de administración, control y monitoreo a los evaluadores, auditores o financiadores, ya que desde lejos se puede contabilizar cuántas letrinas se hicieron en tal o cual programa y/o zona. Es decir, satisfacer la necesidad de la institución de demostrar que tiene capacidad de gasto, que está utilizando bien los fondos que recibe, que es eficiente y eficaz, sin importar cualquier tipo de consideración.

          Entonces, cabe preguntarse: ¿A quién están sirviendo?, ¿Cuánto valoran a su población "beneficiaria", "contraparte", u "población objetivo"? ¿Qué significa la pobreza? ¿Por qué se tiene que colorear a la pobreza con pintura fluorescente? ¿Tan benefactores se sienten que no son conscientes de su desprecio? Creo que un poquito más de cuidado, y menos arrogancia, no haría nada mal. También los pobres son seres humanos a los que les debemos respeto, más si se vive en nombre de ellos. La problemática al parecer no es sólo de una desinteligencia.

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(*) Ana María Pino Jordán
promotora@casadelcorregidor.pe